Expectativas y Decisiones
Hoy en día nos encontramos con dos temas que son sumamente importantes en nuestra vida tanto personal como profesional.
Tanto las expectativas que tenemos sobre las cosas, como las decisiones que tomamos, marcan el rumbo que podemos elegir, así como el camino que finalmente tomamos en nuestra vida.
Cuando hablamos de expectativas, tenemos que hacer un viaje al pasado, regresar a nuestras experiencias y recordar lo que hemos aprendido desde pequeños. El hecho de “esperar” cosas es algo con lo que hemos crecido, por ejemplo, cuando viene nuestro cumpleaños, cuando va a visitarnos Santa Claus o los Reyes Magos, el día de la madre, el día del niño… En muchos casos las personas son sorprendidas con regalos. Con el paso de los años, esto nos lleva a construir una expectativa de lo que va a pasar o de lo que “tiene” que pasar. Aprendimos que vamos a recibir algo.
Cuando lo que esperamos es lo que recibimos, lo traducimos en felicidad y alegría. Pero cuando no recibimos lo que esperamos, lo traducimos en insatisfacción o tristeza, aunque en ocasiones sea mucho mejor.
Esto se complica cuando nos hacemos mayores, o cuando empezamos nuestra vida profesional: las expectativas crecen y nuestros círculos sociales también. Ya no solamente son nuestros papás o abuelos los que están dentro de esa esfera en la que llenamos nuestras expectativas, ya participan muchas otras personas que no están pensando en nosotros, sino están pensando en ellos. Como, por ejemplo, en la oficina cuando no reconocen nuestro esfuerzo y esperábamos una felicitación, o en una relación de pareja cuando no nos sorprenden en la fecha esperada.
Empezamos a esperar cosas porque hemos aprendido que la vida o la familia nos las tiene que dar y es duro entender que la vida no funciona así, que la madurez es el paso de salir de un entorno en el que, por lo general, nuestros papás se ocupan de nuestro bienestar, nuestra felicidad y de darnos herramientas para las siguientes etapas.
Es duro entender que debemos empezar a trabajar para recibir lo que nos merecemos, y que en un alto porcentaje de veces nuestras expectativas no cuadran con lo que empezamos a recibir por nuestro esfuerzo.
Aquí es dónde entra el segundo tema, nuestras decisiones, ya que éstas le darán rumbo a nuestra vida, como por ejemplo: qué carrera profesional elegir, en dónde estudiar, elegir una pareja, dónde vamos a vivir, si vamos comprar o rentar casa, qué transporte vamos a utilizar una bici o una moto, si me pongo un tatuaje, qué religión practicamos, si somos vegetariano, etc., conforman una infinidad de decisiones que nos marcarán por el resto de nuestra existencia.
Por lo anterior, es importante que podamos tener claridad sobre nuestras expectativas y que las podamos alinear con las decisiones que tomamos. Debemos convertirnos en los arquitectos de nuestro propio destino.
Una cantidad importante de personas ponen su destino y expectativas en manos de terceras personas, algunas por temor, otras por conveniencia, otras por inmadurez. A algunas les sale bien la apuesta –¡bien por ellos!-, pero lo importante, es que ponen su futuro y bienestar fuera de su control, y si algo sale mal, tienen a quien echarle la culpa.
Estoy a favor de compartir planes y sueños con otras personas, incluso intercambiar opiniones para que podamos tener muchos más elementos para tomar la mejor decisión posible. Pero eso es muy diferente a no tomar nosotros nuestras propias decisiones, e incluso a no ser felices porque alguien más no hizo “algo” que yo esperaba que hiciera.
Cuando terceras personas intervienen en nuestras decisiones, nuestras expectativas necesariamente se ven afectadas, dejan de ser lo que “estoy” buscando por lo que “estamos” buscando. Y entonces ya estamos hablando de otra cosa.
El reto es lograr tener expectativas claras como persona –individual y única- y alcanzar estas expectativas a través de nuestras propias decisiones. Las expectativas son nuestras y las decisiones también, de nadie más.
El matrimonio, una sociedad de negocio, un equipo en trabajo, y todo lo que venga, será más fácil si logramos estar bien nosotros mismos y si le podemos dar rumbo y dirección a nuestra vida.
Conclusiones:
- No pongas en manos de alguien más tu felicidad y tu destino.
- No esperes nada de otras personas, así si recibes algo será una “gran sorpresa”.
- El que toma decisiones aprende.
Alfonso Ríos Torres//Digital Friks
@ponchorios @Digitalfriks
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